domingo, 15 de junio de 2008

La actitud cristiana ante el reconocimiento de las parejas homosexuales

El punto fundamental es que el matrimonio es una realidad instituida por Dios en el mismo acto de la creación de la raza humana. Según el plan irrevocable de Dios, la relación matrimonial solamente es posible entre un hombre y una mujer. Los propósitos de esta relación son: 1) que los esposos se amen y apoyen mutuamente y 2) que estén abiertos a la vida, con amor, trayendo hijos al mundo y formándolos como personas virtuosas y productivas. La experiencia de la historia, tanto en la antigüedad como en nuestros tiempos, nos enseña que ningún gobierno tiene el poder de cambiar el orden que Dios ha establecido en la naturaleza humana.
La convicción de que las parejas del mismo sexo no pueden contraer matrimonio es una convicción que todos los católicos afirmamos implícitamente cuando profesamos en nuestras promesas bautismales que compartimos la fe de la Iglesia de que el "Padre Todopoderoso es el Creador del cielo y de la tierra."
Esta convicción sobre el matrimonio, aunque se confirma por la fe, puede adquirirse por medio del razonamiento. Por lo tanto, nuestros esfuerzos por preservar esa visión del matrimonio en las leyes de nuestra comunidad no constituyen imposición de una ideología, sino un servicio que le rendimos a la verdad por el bien común. Esta manera de ver la naturaleza del matrimonio no es una forma de discriminación, sino que constituye el fundamento de nuestra libertad para vivir de acuerdo al plan que Dios nos ha trazado.

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